¿ Te cuidas ?
El pasado 10 de octubre fue el Día Mundial de la Salud Mental, un recordatorio importante de que nuestra mente también necesita cuidados. A veces, pensamos en la salud mental solo cuando sentimos que algo va mal, pero ¿y si empezáramos a cuidarla antes de que los problemas aparezcan?
La prevención es la clave para mantenernos bien y, al igual que cuando hacemos ejercicio para cuidar el cuerpo, podemos hacer mucho para cuidar nuestra mente antes, durante y después de cualquier señal de malestar.
Te invito a descubrir cómo la prevención puede ser tu mejor aliada, con algunos tips que te ayudarán a incorporar pequeños hábitos que pueden marcar una gran diferencia en el bienestar diario.
Todo empieza por los hábitos
Este tipo de prevención trata de evitar que los problemas aparezcan. ¡Y no es tan difícil como suena! Incorporar pequeños cambios en nuestra rutina puede marcar una gran diferencia. Por ejemplo, mantener una buena alimentación, dormir lo suficiente y realizar actividades físicas no solo mejora tu cuerpo, también tu mente.
No podemos olvidarlo: la salud mental y física van de la mano. Un mal día emocionalmente puede afectar cómo te sientes físicamente, y viceversa. Por ejemplo, el estrés crónico puede causar problemas en tu cuerpo, como dolor muscular, problemas digestivos o fatiga. Del mismo modo, hacer ejercicio, comer bien y dormir lo suficiente son factores que también impactan positivamente en tu mente.
¿Sabías que hacer pausas para relajarte, practicar mindfulness o simplemente darte un tiempo para ti puede reducir el estrés y mejorar tu estado de ánimo? Dedicarte unos minutos al día para desconectar puede hacer maravillas.
Presta atención a las señales
¿Alguna vez has sentido que algo no anda bien, pero no sabes exactamente qué es? La prevención secundaria es estar atentos a esas primeras señales de alarma: cambios en el estado de ánimo, en tu forma de dormir o en la manera en la que manejas el estrés. Reconocer estas señales a tiempo es fundamental.
Si ya estás lidiando con un problema de salud mental, la prevención terciaria que llamamos, se enfoca en reducir su impacto y mejorar tu calidad de vida. Seguir el tratamiento adecuado, asistir a las sesiones con tu psicólogo y crear una red de apoyo son pasos cruciales para mantenerte bien.
Si ya tienes un diagnóstico…
La buena noticia es que cuidarte es posible, estés donde estés en tu proceso. Si ya has empezado un tratamiento, mantenerte conectado con las personas que te rodean y con los profesionales te ayudará a seguir avanzando.
Tips prácticos para el cuidado diario:
1. Reserva tiempo para ti: No subestimes el poder de una pausa para meditar, pasear o hacer algo que disfrutes.
2. Habla sobre lo que sientes: No te guardes las emociones; compartirlas con amigos o un terapeuta puede aliviar el peso emocional.
3. Cuida tus hábitos: Comer bien, dormir lo necesario y moverte todos los días mejorará tanto tu cuerpo como tu mente.
4. Desconéctate: Un pequeño descanso puede ser alejarse de las redes sociales, tomarse un descanso de las responsabilidades que nos agotan; como atender a los hijos, resolver problemas ajenos o querer controlar lo incontrolable. Darse tiempo para uno mismo es un acto de autocuidado esencial que nos permite soltar la necesidad de estar en todo, recargar energías y reconectar con nuestras propias necesidades. Ya sea a través de actividades relajantes o simplemente disfrutando del silencio. Esta pausa mejora nuestro bienestar emocional y nos ayuda a mantener la paz mental.
5. Busca apoyo profesional: No dudes en acudir a un psicólogo si sientes que lo necesitas; pedir ayuda es un acto de autocuidado.
Este Día Mundial de la Salud Mental, recuerda que cuidar tu mente es cuidar tu bienestar completo. Al final del día, prevenir es siempre más fácil que curar, y tu salud mental merece ese cuidado diario.
Si te das cuenta de que te sientes más ansioso, triste o estresado de lo normal, no esperes a que las cosas se agraven. Acudir a un profesional a tiempo puede evitar que esas emociones se conviertan en algo más grande. Y recuerda, no hay que esperar a «estar mal» para ir a terapia; puede ser una forma excelente de prevenir.